lunes, 29 de febrero de 2016

Reflexiones en torno a «El Banquete» de Platón

Revisando algunos archivos olvidados en mi computadora me encontré con un pequeño ensayo que escribí para una clase acerca del pensamiento de Platón.

El ensayo trata el tema del amor, planteado en el diálogo de El Banquete y creo que hablar sobre este tema resulta siempre provechoso, ya que muchas veces lo que necesitamos para construir una sociedad justa es precisamente amar, pues del amor nace la misericordia (un sentir con el otro), especialmente hacia aquellos que más sufren y que claman por un poco de afecto y atención.


Les dejo pues esta pequeña reflexión.





El hombre desde tiempos muy antiguos ha filosofado acerca de infinidad de temas y una de las interrogantes más frecuentes y debatidas ha girado en torno al tema del amor. No hay cosa más anhelada por el hombre que alcanzar la felicidad, la cual da sentido a la vida de éste y le permite vivir en paz, y es a través del amor que el hombre ha encontrado un camino para alcanzar su plenitud. Pero en última instancia ¿Qué es el amor?
            Platón en su diálogo del banquete nos da una respuesta a la interrogante previamente planteada y parece ser que el hombre contemporáneo se ha distanciado mucho de la concepción que los antiguos griegos tenían del amor. Ciertamente en el banquete son varios los personajes que intentan dar una definición de lo que es  el amor pero me limitaré a hablar sobre tres de ellos pues creo yo que dan una buena reflexión acerca del tema.
            Fedro, el primero de los oradores, nos presenta a Eros como el más antiguo de todos los dioses, sucesor del caos en la tierra e inspirador de virtud en el hombre que ama y busca emularle. Pausanias a su vez nos invita a hacer una distinción entre amor y pasión y lo ilustra en la manera que explica la existencia de dos Eros. Uno celeste y honesto, el otro vulgar y egoísta.
            Por último Sócrates da una sublime explicación del tema en discusión y nos dice que amor es aquello que ama lo bueno, lo bello y que en la aspiración de estas cosas el hombre encuentra la dicha. Nos habla de una belleza absoluta, «increada e imperecible[…][y de la cual participan] las demás bellezas», a la que todo hombre busca contemplar y la cual infunde en éste virtudes verdaderas que llevan al hombre a ser «amado por Dios» y alcanzar la anhelada inmortalidad.
            Es en estos tres discursos que podríamos resumir al amor como aquella potencia innata, que existe desde siempre en la naturaleza misma del hombre y que le permite a éste desprenderse de sí mismo para buscar lo verdadero, lo bueno y lo bello. Aquello que le eleva por encima de sus pasiones y limitaciones, aquello que le hace por tanto mejor que cualquier otro animal, pues es por medio del amor que el hombre busca la trascendencia en lo bello, y en la medida en que ama las «bellezas inferiores» se va elevando y se empieza a configurar con la «belleza absoluta» por la cual «tiene mérito esta vida» y el hombre es capaz de salir de sí mismo para amar y donarse al otro, de dar su vida por el amado y de alcanzar la verdadera virtud.

            Para el hombre actual esta concepción de amor es absurda e idealista, pues lo que nos propone la cultura actual es hacer uso de los demás para alcanzar nuestra felicidad, no hacer del hombre el fin del hombre sino el medio que utilice para saciar su sed de sí mismo. Ante tal panorama sólo resta decir que es en la entrega en donde al hombre ama y es amado, es a través del amor que el hombre cambiará.

Juan Pablo Flores Martínez CCR

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